domingo, 7 de noviembre de 2010

Recuerdos


Me producen escalofríos

Me estremezco

Vienen a mi memoria cada uno de tus besos, tu aliento en mi piel desesperada por sentirte, el roce de cada uno de tus dedos, de tu piel sobre mi cuerpo, de tu lengua recorriendo mis pechos

No debería de haber sucedido

No estaba preparado, pero latía en mi mente

El deseo rezumaba por cada uno de los poros de mi piel

La tensión estaba en el ambiente

Recorriste mi espalda con tus manos, masajeabas cada zona de mi piel. Se destensaba, se relajaba, se calentaba. Me estaba consumiendo.

Giré sobre mi misma

Tocaba relajar mi cuello

Estaba tranquila. No iba a suceder nada. No estaba preparada para ello.

El roce de tu lengua sobre mis labios. Tensión

El roce de tus dedos descendiendo por mi pecho. Buscabas mi pezón erguido. Lo encontraste, receptivo, esperándote. Acercaste la boca y succionaste. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No podía estar sucediendo. Llegaste hasta mi boca y te acepté. Nuestras lenguas se entrelazaron.

Acababa de perder la batalla

Estaba rendida

Busqué tu miembro con las manos y me ayudaste a liberarlo. Lo besé. Sentí su calor y lo recorrí con mi boca. Necesitaba sentir su calor, su tersura, su dureza. Ahí quedó su sabor sobre mi lengua

Otra vez busqué tu boca y me entregué

Levantándome rendida a lo que no quería, pasamos a tu habitación, perdiendo la ropa a los pies de la cama

Los recuerdos son vagos

Sólo sensaciones

Bocas unidas por la pasión

Tu olor aún permanece en mis manos

Tumbada sobre tu cama llegaste a mi, besándome, penetrándome, arqueando mi espalda de placer

Mis manos buscaban tus nalgas. Ansiedad. Necesitaba tenerte dentro, muy dentro y sentir tus movimientos rítmicos mientras me mirabas a los ojos y me buscabas con la boca los labios, cada vez más deprisa, cada vez más intenso, cada vez más placer y lo rocé con los dedos,

Me quedé de lado y te colocaste detrás de mi. Necesitabas seguir

Fue entonces cuando me agarraste los pechos firmemente, con la fuerza que da el saberme tuya y embestiste si piedad, sin pausa, con la ansiedad de llegar. Y ocurrió. El placer llegó y saliste de mi y mi boca se precipitó sobre tu miembro para absorber tu calor y hacerlo mío. Calor amargo que explotaba con fuerza en mi garganta.

Aún queda tiempo, es pronto y como no… repetiremos

Pero siempre quedarán en mis manos esos primeros recuerdos

El recuerdo de tu olor, el recuerdo de tus dedos, el recuerdo de tus besos arrancándome los míos y el recuerdo de tu cuerpo

sábado, 23 de octubre de 2010

El Hechizo



El simple recuerdo de su nombre la hacía estremecerse
Tenía las manos frías y aun así, le quemaba la piel
No habían hablado nunca, pero quisiera decirle tantas cosas
Verle encendía el deseo de su piel, rozarle la ponía al limite de la locura
Sólo era capaz de hablarle con la mirada
Salió de su habitación susurrando su nombre
El pasillo de la residencia estaba vacío, en penumbra
Se oyó el cerrar de otra puerta como un eco sordo de la suya y al girarse allí estaba él, ébano brillante, dios de piel tersa y blanca sonrisa.
Se le aceleró el corazón y notó como el rubor acudía a sus mejillas. Bendita aquella penumbra cómplice en su arrebolamiento
Se sonrieron, pero la mirada de él aquella tarde era diferente. Sus ojos brillaban como nunca. Y susurró su nombre.
Ella le devolvió la sonrisa y el susurro. No fueron capaces de decir nada más
El conjuro no se había roto. Sus manos se rozaron y se unieron para sujetar la magia del momento.
El la guió
Se cerró la puerta tras su espalda
Una habitación de estudiante.
La miró a los ojos y la besó. Sus bocas se entreabrieron y se buscaron sus lenguas encontrándose en un tímido lazo al principio que se tornó en ávido beso
Sus manos luchaban con botones y cremalleras ... deprisa, pero sin precipitación, torpemente pero lo suficientemente diestras para terminar con las ataduras materiales
Se rozaron sus pieles. Ébano y marfil
Pieles sensibles. Pezones erectos. Bocas fundiéndose en el deseo
Él la llevó hasta la cama y se tumbó en ella lánguidamente, esperando la respuesta. Ella lo giró, quería su espalda, contemplar su belleza a la luz del atardecer. Se arrodillo a su lado y le besó la nuca. Lamió su cuello, sus hombros, su espalda hasta llegar a sus nalgas tersas, suaves… mordisqueó su trasero escuchándole gemir. Descendió por sus piernas hasta el hueco de las rodillas y lo lamió sólo con la punta de su lengua húmeda, haciendo círculos, recreándose en el sabor de su piel. Fue ascendiendo hasta su nuca de nuevo lamiéndole cada rincón, rozándole cada milímetro de su piel con sus pechos, sintiendo como su cuerpo subía de temperatura y como su entrepierna se humedecía. Tanto lo deseaba….
Él se giró y la miró a los ojos. Ella le besó más decidida y siguió lamiéndole la piel, el cuello, los pezones, el abdomen, recreándose en el ombligo para seguir descendiendo por él hasta las ingles. Allí se detuvo. Contempló su falo erecto, desafiante…. Lo besó suavemente, lo recorrió con la punta de la lengua y lo introdujo entre sus labios presionándolo. Gemidos de placer.
Ella jugó con su miembro hasta sentirlo a punto de reventar en su boca. Duro, palpitante. Entonces se detuvo.
Se sentó a horcajadas sobre él. No tuvo que guiarlo. Estaba muy húmeda. Comenzó a cabalgar. Su montura la acompañaba en movimientos acompasados, cada vez más rápidos y desenfrenados buscando el estallido del placer.
Pero no podía terminar todavía ese momento. No podía dejar que acabase el sueño y ella se levantó. Se colocó de rodillas a su lado y le invitó a hacer lo mismo. Se puso de espaldas y se ofreció
El la penetró. Embestidas de deseo. Movimientos de pasión. Gemidos, gritos desesperados por alcanzar el clímax, pero no sucedió. Todavía no. Ella dejó de moverse y se giró abriendo sus piernas y mostrando su sexo. Calló sobre ella y la poseyó
Se lamían, se besaban, saboreando su sudor. Él entraba y salía de su cuerpo al ritmo de los pellizcos y arañazos que ella no podía controlar. Sujetaba sus caderas y castigaba su sexo con cada envite oyendo sus gemidos desesperados por llegar al orgasmo
Él sentía palpitar su miembro. Su leche pugnaba por salir. Necesitaba llenarla de ella, dárselo todo, darle placer y sentir el suyo propio, y entonces llegó.
A los jadeos de ella se sumaron sus guturales alaridos. Ébano y marfil fundidos en un solo cuerpo, en un mismo sudor, en el mismo placer de los sentidos
Cayó sobre ella suavemente, besándola en el cuello. Le susurró su nombre al oído
Ella buscó su boca y le dio un tierno beso
Él se retiró a un lado y la abrazó
Así continuaron toda la noche
El hechizo… no se había roto